La colección medicea

La colección medicea

Introducción: el coleccionismo en la Italia del siglo XV y XVI. Humanismo y Manierismo.

El humanismo provocó un redescubrimiento de la Antigüedad, que a lo largo de los últimos siglos había sido abandonada. No solo su estudio y su conocimiento, si no también se abandonaron los avances que llegaron a realizarse en ella y que revolucionaron la vida tal y como se conocía. Llegó a considerarse algo incluso demoníaco. La gran influencia de la Iglesia en los asuntos de la Corte a lo largo de toda la Edad Media causó que se marginase todo aquello que procediera de tiempos precristianos, marcando así una clara diferencia tanto cultural como social con tiempos anteriores.

El hombre termina por percatarse de que realmente él es el centro de su Historia, y poco a poco decide comenzar a conocer su pasado, conocer su forma y contenido, y traerlo al presente. Se revive el arte antiguo, los restos grecorromanos que han llegado a nuestros días, y la fiebre que arrastra a media Italia por Roma y Grecia provoca que se tomen estos restos como la nueva inspiración para el arte. Surge así el Renacimiento. Junto a esta fiebre de revalorización se suceden los hallazgos arqueológicos. Las obras, fundamentalmente romanas, comienzan a aparecer a lo largo y ancho de la península itálica. Pero no solo obtienen resultados desde el punto de vista práctico: comienzan a descubrir, al tiempo, una serie de documentos que les permiten un acercamiento a la teoría artística grecorromana, ayudando así a la comprensión de esas obras que se habían encontrado.

Poco a poco los artistas renacentistas adoptarán estos textos, algunos a manera casi de Biblia y otros permitiendo que marquen una inspiración que generará los nuevos escritos teóricos que pasarán a regir el arte desde ese momento hasta prácticamente nuestros días. Pero pese a que estemos plasmando estos conocimientos generales a manera introductoria, son hechos que provocarán también cambios importantes en lo que ahora mismo nos ocupa: el coleccionismo de arte en la época de los Médici.

Si bien en la Edad Media el coleccionismo se basaba en la concepción de los tesoros, manteniendo estos también en relación a la concepción de la guerra o del propio mundo, los redescubrimientos del Renacimiento vinculados al cambio de mentalidad que provocarán cambiarán de manera radical la concepción del coleccionismo. Comenzarán a primar otros elementos, fuera de la mera búsqueda de cantidad, como puede ser la estética del arte, comenzando a apreciar la belleza de las obras. Este factor se vincula de manera directa con los estudios sobre la perspectiva y el perfeccionamiento de las artes que abundarán en esta época.

Otro factor es el económico. Es en este momento de la Historia cuando comienza esa extraña relación entre el arte y el dinero: cuánto más caro, mejor obra será. En cierto modo, esta vinculación se asocia a su vez con el concepto del artista como artista, con el momento en que el artista comienza su reivindicación como tal. Uno de sus métodos para este fin es cobrar por su arte. Cobrar, ser remunerado por algo que realmente tenga valor como arte, no como mera artesanía. Desde este punto se alcanzó otro: el artista como burgués. Cuanto más se cobrase, se entendía que mejor se viviría, y por tanto más cerca se estaría de un estatus social más alto que el que la mayoría de los artistas podían permitirse. Por tanto, cuanto más se pagase por una obra, más calidad se presuponía que tendría. No deja de usarse, por otro lado, el arte como un medio de propaganda y de formación. No hemos de olvidar la decoración mural y escultórica de las iglesias románicas, con altas dosis de un adoctrinamiento dedicado a todos aquellos que no poseían una formación completa para poder leer la Biblia y debían conocer sus palabras por otros medios.

Dentro de esta misma burguesía a la que los artistas ansiaban acceder se encontraban sus mecenas. Hombres y mujeres que, enriquecidos por su pertenencia a esta burguesía o a la nobleza, o como ya conocemos bien los propios Papas, buscaban cultivar su sabiduría y su cultura típicamente renacentista con arte, filosofía y, en definitiva, un compendio de cultura relacionada con las letras y la ciencia. En esta época los mecenas adoptarán a los artistas, en algunos casos incluso con una cierta exclusividad, y serán ellos quienes financien, compren y promocionen a sus protegidos. Además de las obras que ellos mismos les proporcionen también buscarán engrosar su colección con estos hallazgos grecorromanos de los cuales hemos hablado. Esta condición favorecía a los artistas y a su formación. Al ser adoptados por un mecenas en muchos casos llegaban a convivir bajo su techo, pudiendo acceder libremente así a todas estas grandes colecciones que les llevaban a la inspiración que necesitaban.

Medici

La escuela de Atenas, Rafael

En cuanto al dominio sobre el territorio que ahora es Italia, encontramos varias familias. La más importante en la cuestión del coleccionismo, y la que nos ocupa de ahora en adelante en este trabajo, será la familia Médici. Eran banqueros florentinos que cultivaron de manera integral el Humanismo, interesándose por el arte, la historia, la filosofía y la dialéctica. Su poderío se extendió durante años, llegando al siglo XVI. A partir de 1520 se produce un nuevo cambio en la mentalidad de los hombres, que si bien antes produjo el Humanismo, en este caso tendrá como fruto el Manierismo. La absoluta comprensión del ser humano se les hace imposible, somos demasiado complejos como para que nuestra propia mente pueda comprendernos. Pasamos de la comprensión y del ensalzamiento a ser víctimas de nosotros mismos: el caos por el caos, el hombre por el hombre.

Poco a poco el hombre decide abandonar ese yo contenido que le había acompañado durante todo el siglo XV para rendirse en los brazos de la pasión. Por supuesto, el arte actúa como reflejo del estado del alma del ser humano, y en cada faceta o rama del mismo encontraremos un reflejo de este abandono. Los órdenes clásicos dejan de respetarse, se adoptan gamas cromáticas más poderosas y violentas, se complican los esquemas y las formas, y se atiende más al trasfondo, descuidando en cierta manera la forma.

Según los historiadores, encontraremos el Manierismo como la era dorada del coleccionismo. No solo se quiere crear una acumulación de obras, no solo se quiere poseer por poseer, de una manera meramente cuantitativa, si no que se profundiza más en la comprensión y el estudio de los cuales ya se hacía gala en el Renacimiento. Cada vez se acercan más a un método científico, mediante el estudio y el inventariado sistemático de las obras conforme se van adoptando en la colección. Como última característica general del Manierismo, vemos un hedonismo llevado al más absoluto extremo. Una búsqueda de la belleza real. Y por belleza real hemos de entender una belleza rota, apasionada, doliente, que está herida y que sufre. Una belleza no contenida, no disimulada.

Cósimo de Médici (1389-1464)

 

Medici

Cosme de Médici, Angelo Bronzino

Fue el primer Médici que alcanzó la gloria que caracterizará de ahora en adelante a su apellido. Mientras que la mayoría de las familias que controlaban el territorio italiano en diferentes estados procedían de tradiciones principescas, los Médici simplemente se alzaron gracias a su gloria en la banca.

Cósimo de Médici fue el primer gran humanista florentino, convirtiendo la ciudad en una de las más grandes cunas humanistas de toda Italia. En contra de la situación oligárquica de Florencia, fue expulsado de la ciudad y desterrado a Venecia, donde vivió varios años antes de poder volver a la ciudad y hacer frente a sus opositores, la familia Albizzi. Aclamado por Florencia cuando Albizzi fue derrotado, fue nombrado gonfaloniere, un honor excelso para alguien que ya había pasado por los muros del Palacio Vecchio a modo de preso.

Tras la fundación del Consejo de los Cien invirtió su capital en promover el arte y la cultura, de muy diversas formas. Bien financiando reuniones en las cuales el tema de debate era la filosofía, bien ejerciendo de mecenas para diversos artistas o bien subvencionando materiales para obras de arte que a día de hoy son las más destacadas en el panorama renacentista florentino. Apoyó a Brunelleschi con la culminación de la cúpula del Duomo, y otorgó a Marsilio Ficino la Villa Careggi con el propósito de que la convirtiese en un foco de cultura y erudición filosófica. Cedió su biblioteca, completa, al Convento de San Marcos, después de financiar también la construcción de la sala que la albergaría, obra de Michelozzo. A la hora de comprar y vender arte, su guía fue Donatello.

Como podemos observar, Cósimo se rodeó de grandes artistas e intelectuales que le ayudaron a conformar esta nueva Florencia humanista. Principalmente, Cósimo centró su labor coleccionista en los libros. Antes comentábamos que donó su biblioteca al Convento de San Marcos, y esta biblioteca había sido conformada por él mismo a base de textos que no eran conocidos de manera previa, algo relacionado sobretodo con el celo de la Iglesia.

Piero de Médici (1416-1469)

 

Medici

Piero de Medici, Angelo Bronzino

Hijo de Cósimo, su salud fue débil desde que era un niño y no mejoró con el paso de los años, más bien a la inversa. Pese a la opinión generalizada de que su aportación al coleccionismo ya no solo en su totalidad si no dentro de la propia familia Médici fue algo escasa, hemos de reseñar que su labor fue ante todo imprescindible.

Debido precisamente a esta falta de salud, que le impedía realizar acciones más exhaustivas o prácticas, ejecutó un plan de inventarios, concretamente entre 1456 y 1463. En estos inventarios podemos ver aún cierta referencia al coleccionismo del Medievo, dando un especial valor a los objetos que poseían características exóticas o poco conocidas, al igual que a aquellos que tenían un mayor valor económico. En cambio, durante la época de Piero no veremos la inclusión de obras contemporáneas en la colección. Piero se construyó y perfeccionó un studiolo donde, según testimonio de Filarete, que llegó a visitar y ver con sus propios ojos el studiolo de Piero tal y como él lo quería, conservaba obras de arte, antigüedades, piedras preciosas y objetos exóticos que llamaban la atención del Médici.

“El studiolo, con sus estatuas, sus paneles pintados y piedras preciosas de la Antigüedad, era expresión del amor al arte y la belleza, y la belleza también era sinónimo de virtud y de fe.” El coleccionista apasionado: una historia íntima, de Philip Blomm.

Lorenzo de Médici (1449-1492)

 

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Lorenzo de Medici, Andrea del Verrocchio

Lorenzo de Médici fue el culmen de la gran familia de banqueros florentinos. No solo a nivel de su propia colección, sino a todos los niveles: económico, social, etc. Destacó como ideal humanista, y la mezcla de todo esto le convirtió en uno de los hombres más poderosos del Renacimiento italiano. Si bien aprovechó de una manera increíblemente audaz el legado que sus predecesores dejaron en sus manos, supo también dar un giro de muñeca al sentido de la colección para centrarla más en obras contemporáneas, principalmente porque se guió menos por consejeros y actúo por su propio ser.

Consideró suficiente la labor de Cósimo en el coleccionismo de obras escritas y en la erección de construcciones, optando por seguir su propio gusto para adquirir obras de arte contemporáneas. Abandona así en cierto modo la concepción medieval de la obra de arte considerada en cuanto a su valor material o económico. También se dedicó a los inventarios, concretamente realizó uno en 1492 en el cual vemos varios cambios sustanciales en su manera de concebir el coleccionismo con respecto a sus antecesores. Para empezar, habla de obras concretas y de sus creadores, lo cual nos muestra cuán avanzada se encontraba en aquella época la cuestión de la puesta en valor del artista como artista y no como artesano. También les compara con las obras grecolatinas, llegando a hablar de artistas como van Eyck, van der Weyden, Fra Angélico, Botticelli,…

No solo se preocupa de la adquisición y el inventariado de todas estas obras. También cuenta entre sus quehaceres humanistas la protección de estos bienes, contratando para ello a artistas como Andrea Verrocchio, que no le proporcionaba obras si no que cuidaba de las que Lorenzo incluía en su colección. Esta preocupación por la conservación indica también un cambio en la mentalidad coleccionista.

Una de sus grandes aportaciones fue la consolidación de la villa museo, un concepto surgido a raíz de la tradición grecolatina, concretamente helenística, de tener un espacio denominado museion que hacía las veces de escenario para el debate filosófico y cultural entre sabios, exponiendo al mismo tiempo las obras de arte para su contemplación como se hacía en las villae romanas.

Fueron construidas también en época de Cósimo, así como otros tantos edificios de los cuales ya hemos citado varios, pero no adoptaron una popularidad semejante hasta que Lorenzo llegó al poder. Una de estas villas será precisamente la Villa Careggi. La doctrina neoplatónica que se debatía en el seno de la Villa Careggi entre los protegidos de Lorenzo fue sumamente influyente entre los artistas de la época que frecuentaban estos círculos. No es un dato vano, pues esto afectó también de considerable manera a la manera de tratar el coleccionismo. Se hablaba de que la belleza física era un reflejo de la belleza espiritual, el reflejo en la Tierra de una Idea, por lo que ya no se consideraba inadecuado venerarla y honrarla.

De hecho, se consideraba que era un paso necesario para alcanzar los estatus superiores. Se venera de manera sublime a Venus, como podemos observar en las obras de Botticelli, como diosa del amor y por tanto diosa primigenia y primordial para los neoplatónicos. Por último, esta teoría hablaba del artista como un ser magnífico cuya mano y dote para el arte procedía directamente de Dios, justificando así el ardor y la pasión y alejándolo de manera radical de un mero artesano. De hecho, este postulado fue utilizado como principal arma esgrimida contra los detractores del auge del nombre de artista.

Su primogénito, Pedro II, fue expulsado de Florencia en 1494 por el pueblo, exaltado por la predicación de Savonarola contra la familia Médici. Durante su exilio, las propiedades Médici fueron saqueadas y vendidas en subasta en Orsanmichele. No volverán a Florencia hasta 1512, cuando su hermano menor, el cardenal Juan, irrumpa en la ciudad apoyado por las tropas españolas.

Cósimo I de Médici (1519-1574)

 

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Cósimo I de Medici, Agnolo Bronzino

Tanto Cósimo como Francisco fueron Grandes Duques de Toscana, lo cual les permitió recuperar parte de la gloria del nombre Médici y realizar actuaciones en el ámbito del coleccionismo de marcada importancia. En el caso de Cósimo I, podemos ver como opta por llevar la colección medicea al Palazzo della Signoria. Junto a este podemos ver tanto la logia que lleva el mismo nombre como el edificio de los Uffizzi, de Vasari, actual galería de pintura nacional de Italia. Era un emplazamiento conveniente para su colección no solo por lo ya citado, si no porque entre este palacio y el Palazzo Pitti, donde residirá Cósimo I desde 1560, se encuentra el Corredor Vasariano, un pasadizo que permitía a Cósimo moverse entre ambos palacios sin ser visto y sin la incomodidad del pueblo por las calles.

Tras varios años sin ese poderío Médici, vemos como Cósimo consigue reunir y acrecentar la colección a lo largo de su vida, con más de doscientas copias de los retratos de hombres ilustres del Museum Iovianus, por ejemplo. También incluyó restos arqueológicos de las excavaciones de Etruria, el pueblo antecesor de los romanos, con obras como la Quimera de Arezzo del siglo IV a.C.

 

Francisco I de Médici (1541-1587)

 

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Francisco I de Medici, Agnolo Bronzino

Fue hijo de Cósimo I de Médici, y al igual que hizo su padre antes que él, se hizo cargo de la colección medicea de una manera ejemplar. Su primera actuación en este cargo fue en un primer momento algo absolutamente egoísta: optó por decorar el Corredor Vasariano, decidiendo que si tenía que recorrerlo cada día prefería hacerlo contemplando parte de su colección. A su muerte, este Corredor se abrió al público y se convirtió en la primera parte de la Galería de los Uffizi. No solo eso, si no que este gesto tuvo una importancia capital en la teoría museística, o más bien a estas alturas de la Historia, premuseística, provocando que los museos basen su propia vertebración en la galería.

Dentro de esta primera Galería de los Uffizi vemos varias estancias claramente diferenciadas. Por una parte, el vestíbulo poseía ya un rico artesonado de madera y estaba decorado con obras de la colección medicea. Después encontrábamos una logia con una sucesión variopinta de objetos, todos de carácter artístico, mezclando escultura y pintura.

Posteriormente veíamos la llamada Tribuna de los Uffizi, una sala de carácter octogonal que contenía las obras maestras de la colección. En el piso superior, en el ático, se guardaban armas de todo tipo e instrumentos científicos. En la última estancia, una segunda logia, vemos el laboratorio de Francesco I, donde él se dedicaba a dos de sus grandes pasiones, la alquimia y la farmacia. Continúo con sus negocios en el Palazzo della Signoria, al igual que su padre. En él encargó a Vasari construir un studioli, pequeño y sin ventanas, buscando el recogimiento y la profundización en el conocimiento del ser humano. El programa iconográfico era particularmente cerrado, tomando escenas mitológicas de Ovidio y buscando relacionar los temas con los cuatro elementos, recordando así de manera constante su pasión por la alquimia. Casi todo el studiolo estaba cubierto por armarios, y la decoración se colocaba por encima de los mismos. En la cabecera vemos dos retratos de sus padres y el techo también una completa decoración con cuadros.

Francesco guardó sus piezas más importantes en una estancia pequeña conocida como tesoretto. Solo contaba con una pequeña ventana y con una decoración apabullante, diseñada entera por el mismo Vasari también.

Ferdinando I (1549-1609)

 

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Ferdinando I de Medici, Scipione Pulzone

Sucedió a Francesco en 1587 en el gobierno de la ciudad, y trasladó las obras de arte al Pincio. Una de las primeras medidas que tomó al llegar a su cargo fue promulgar una ley que prohibía la exportación de obras de arte sin la expresa y previa licencia del Gran Duque de Toscana, es decir, él mismo. Se comprometió por esta misma ley a garantizar la conservación y preservación de las colecciones de objetos valiosos.

Por esta ley se aumentó la colección de esculturas en 1669 con la Colección Ludovisi, y más tarde con la colección del Cardenal Leopoldo de Médici, que incluía el Retrato de Antinoo, la Escultura de Trajano y el busto de Lucio Vero.

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