Ocho millones y un callado Estado

Ocho millones y un callado Estado

A las siete de la tarde de ayer empezó la subasta de Abalarte que había atraído todas las miradas nacionales e internacionales desde que el día 3 de abril destapasen el precioso lienzo atribuido a Diego de Silva y Velázquez, Retrato de niña (57,5 x 44 centímetros). Sin duda, una obra cumbre que ha llevado a la sala Abalarte a la primera línea de las subastas nacionales.

A las 19.30h salía el lote 41, correspondiente a este lienzo, que además presidía la subasta desde la tarima de la subastadora. Una multitud inédita llenaba la sala, compuesta en parte por activos pujadores armados con su paleta numerada, y en parte por curiosos pertenecientes al mundo del arte que deseaban no solo ver la obra (que pudo ser observada ya en la exposición de la subasta, los días previos) si no también atender a un momento que se anunciaba excelso.

Sin embargo, el momento llegó y pasó. El lote 41 llegó y fue anunciado, y pasó sin mayor pena ni gloria. Sí es cierto que más de uno mantuvo el aliento, e incluso en la aparente calmada voz de la subastadora puede intuirse el cierto nerviosismo ante la obra que tenía entre manos ayer tarde. Se anunciaron los ya consabidos ocho millones de euros y tras una brevísima pausa se anunciaba lo que ya se suponía: un comprador aún anónimo había realizado una puja previa por escrito, abarcando ese precio de salida. Las miradas se dirigieron hacia el representante de la Junta de Calificación y Valoración, la responsable indirecta de la emisión de la orden de inexportabilidad que pesa sobre el antes conocido como “niño velazqueño”. Imperturbable ante la expectación, no movió ni un músculo para pujar públicamente por la obra, ni hubo un teléfono repentino anunciado el derecho de tanteo del Estado, como sí ocurrió en el lote 25, del que hablaremos más adelante.

Por tanto, el lote se dio como adjudicado a este anónimo comprador, del cual no se conoce dato alguno hasta el momento. Los rumores empezaron a expandirse con la rapidez que los caracteriza, no solo sobre la identidad del ahora nuevo poseedor de un posible Velázquez, si no también sobre esa desaparición del Estado. Una vez terminada la subasta, comenzaron a alzar sus voces los expertos velazqueños que hasta el momento habían guardado un silencio solo roto por quien avaló la obra en un primer momento para su atribución, Richard de Willermin.

Jonathan Brown, un reputado experto en el artista, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y experto en arte español de los siglos XVI y XVII, respondió a las preguntas que El País le había formulado tiempo antes: “No he visto el original y no conocía la existencia de esta pintura, pero a juzgar por las fotografías es posible que sea de Velázquez. Creo que el Estado debería adquirirla”. No fue el único. También el renombrado profesor Benito Navarrete se pronunciaba al respecto “No tengo dudas de que es una obra importante del periodo sevillano de Velázquez”, aunque también explicaba que el precio de salida era excesivo. Por su parte, los expertos del Prado no se han pronunciado públicamente pero Javier Portús, jefe del Departamento de Pintura Española (hasta 1700), redactó un favorable informe para la Junta de Calificación, explicando su parecido con otras Inmaculadas como la de Focus Abengoa o la residente en la National Gallery, ambas obras de la juventud del artista.

En relación a las declaraciones de Navarrete podemos intuir que quizá el Estado también haya visto elevado el precio que pedía la sala por la obra. Sus últimas adquisiciones sonadas no han sido obras menores: El vino en la fiesta de San Martín, de Brueghel el Viejo, por un precio de siete millones de euros, y La Virgen de la Granada, de Fra Angelico, que costó dieciocho millones de euros. Recordemos que, en este caso, a los ocho millones pedidos y aceptados hay que sumarle el IVA, un 21% en impuestos, que hacen del Velázquez una obra comprada por 9.680.000€. Se dice pronto. De cualquier manera, en cuestiones de precios, hemos de echar la vista atrás y ver como el Museo Nacional del Prado pagaba veintitrés millones de euros por Retrato de Ferdinando Brandani, otro Velázquez.

No todo en Abalarte fue Velázquez, claro está. El Estado hizo su aparición para ejercer su derecho de tanteo en el lote número 25, una Aparición de la Virgen a san Julián, atribuido a de Giuseppe Simonelli (discípulo de Luca Giordano), que parecía que iba a ser entregada a un pujador telefónico, pero que terminó en manos del Estado por 10.000€. Después, el Alonso Cano titulado Tobías y el ángel salía por 35.000€, y fue adjudicado tras unos intensos momentos por 150.000€.

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