15 Abr Edgar Degas, pintor impresionista
Edgar Degas nació en París en 1834, en una familia burguesa. Un hecho que hará que no sea como el resto de Impresionistas.
Desde pequeño acudió a un Lycée dedicado a las Bellas Artes, destacando como un excelente dibujante. Para completar su formación viajó a Italia (Roma, Florencia y Nápoles) y al volver a París se inscribe como dibujante en el Louvre. De esta época es el cuadro La familia Bellilli (1858-67). Aquí ya vemos una gran importancia del dibujo.
En la Francia del siglo XIX, los artistas soñaban con presentar en el Salón para poder ser conocidos y así tener una cartera de clientes. Los cuadros elegidos que se expondrían en el Salón eran elegidos por la Escuela de Bellas Artes. Siempre se elegía la misma temática y forma de dibujar. Degas consiguió presentar una vez un cuadro, pero el resto de veces fue rechazado. Tras viajar a Nueva Orleans a ver a su familia materna y empaparse de la actividad industrial y progresos técnicos de la ciudad, buscó una forma de exponer donde no fuera el Salón. Se había hecho asiduo del Café Guerbois donde conoció a un grupo que posteriormente serían un grupo artístico. Monet propuso realizar una muestra en el Boulevard des Capucines. El crítico Louis Leroy caricaturizó la exposición como “impresionistas”. A Degas no le gustó la idea pero aún así participó en todas las siguientes exposiciones del grupo “impresionista” salvo en una. No se parecía a resto; ya no solo por la forma de pintar (él da predominio a la línea mientras que el resto hacían estudios de la luz), sino por su posición económica mucho más holgada.
Sobre todo es famoso por sus series de caballos y bailarinas. Las carreras en el hipódromo de Longchamp fueron una novedad en la época y allí realiza sus obras en las que aparece el caballo en los momentos anteriores a la carrera, los momentos de tensión. Pasa de hacer cuadros solo del tema, a aparecer la carrera de fondo junto con un tema principal. El otro tema es el de bailarinas, que era muy fácil de vender. Las representa bailando, preparándose, todas formando un coro o enfrentadas a una figura principal. En 1970 es el mismo tema pero desde perspectivas más sorprendentes.
También presenta la vida moderna, al igual que el resto de Impresionistas. Los cafés, hipódromos, los teatros y los bulevares. A esto se unirá, al final de su vida, la representación de escenas de toillete femenina. Una escena de la vida cotidiana, muy íntima pero sin un querer captar la sensualidad de la mujer.
No hay ningún arte menos espontáneo que el mío. Inspiración, espontaneidad y temperamento me son desconocidos. Hay que repetir el mismo tema diez, incluso cien veces. En el arte, nada debe parecerse al azar, ni siquiera el movimiento.
Marina Criado.
Graduada en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca y Máster de Estudios Avanzados de Museos y Gestión del Patrimonio Histórico-Artístico por la Universidad Complutense de Madrid,
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