30 Mar De musas a supervivientes: la violación que inspiró a una artista
Desde la Historia del Arte hasta nuestros días, las mujeres somos retratadas constantemente como seres yacentes, delgados y débiles. Entre representarnos con o sin ropa, la mayoría de los pintores, pero también la publicidad, la tele, y los medios de comunicación, suelen escoger lo segundo. El resultado es un prototipo de mujer que en nada se asemeja a la diversidad que caracteriza los cuerpos femeninos, y la falsa creencia de que nuestra única función es la de adornar, acompañar, o lucir bonitas. Hemos pasado a la historia como musas en contraposición a los que crean, y nos hemos tenido que conformar con ser la inspiración, o lo que es lo mismo, la sombra de los grandes hombres.
Pocas son las que han accedido al Olimpo en la Historia del Arte. Son pocas las pintoras que se exponen en nuestros museos, son muchos los cuadros pintados por mujeres que han sido atribuidos a hombres, y, por desgracia, se nos sigue relegado a un segundo plano en los libros de Historia. Por eso es tan importante visibilizar modelos femeninos que inspiren fortaleza, poder, o seguridad, y que representen a las mujeres de una forma tan diversa como sea posible. Es cierto que es difícil encontrar estas representaciones entre nuestros autores, y sin embargo hemos pasado por alto que sí hay una mujer que tomó por bandera que ‘lo personal es político’ a pesar de que Kate Millet pronunciara tan lapidaria frase muchos siglos después. Estamos hablando de Artemisia Gentileschi.
Artemisia nació en 1593 en Italia, hija de Orazio Gentileschi, afamado pintor al que (por cierto) durante mucho tiempo se atribuyeron sus cuadros. Su estilo se caracterizó por el Tenebrismo de Caravaggio, escuela pictórica que ponía un énfasis supremo en los efectos violentos de la iluminación. Todas las violencias que puede sufrir una mujer por ser mujer y artista se reflejan en la figura de Artemisia, pues a pesar de ser una de las pintoras más proliferas y talentosas de su época jamás fue admitida en ninguna escuela pictórica.
Pero la vida de Artemisia no se diferenciaría de la de otras pintoras como Clara Peeters, Judith Leyster, o Sofonisba Anguissola, si no fuera porque además de sufrir la marginación propia de toda mujer en el mundo del arte, su trayectoria quedó marcada por la tragedia. Una tragedia que influyó profundamente en su vida posterior y cuánto más en su estilo artístico.
A estas alturas no sabríamos ya decir si fue maldita o bendita la hora en la que Orazio, padre de Artemisia, tuvo a bien convertir a Agostino Tassi, un afamado pintor nacido en 1566, en su preceptor. Las fuentes que se han conservado, en su mayoría judiciales, nos cuentan que Tassi, obsesionado con Artemisia, empezó a requerir su amor y ante las negativas de la joven, un día decidió encerrarla en su habitación y violarla. Para lavar su honor, en un primer momento Tassi prometió a Artemisia que se casaría con ella. Sin embargo el engaño fue descubierto, pues Tassi ya estaba casado con otra mujer (a la que, por cierto, había planeado matar), lo que motivó la querella de Orazio Gentileschi contra él.
El juicio duró siete meses. Además de la violación, Artemisia fue sometida a un examen ginecológico. La artista declaraba que Tassi ‘cerró la habitación con llave, y una vez cerrada me lanzó sobre un lado de la cama, dándome con una mano en el pecho, me metió una rodilla entre los muslos para que no pudiera cerrarlos, y alzándome las ropas, que le costó mucho hacerlo, me metió una mano con un pañuelo en la garganta y boca para que no pudiera gritar’ (Eva Menzio (ed.) Artemisia Gentileschi, Lettere precedute da Atti di un proceso di stupro, Milán, 2004). Por innecesarios y escabrosos evitaremos el resto de detalles, fácilmente rastreables en Internet. Pero lo cierto es que durante el juicio Artemisia fue sometida a torturas, sus dedos fueron lacerados (algo muy doloroso, cuánto más para una artista), y además tuvo que soportar el escarnio público. Un precio demasiado alto si tenemos en cuenta que, a pesar de ser declarado culpable, Tassi jamás cumplió condena, obteniendo poco después el perdón papal.
Decíamos que a estas alturas no sabríamos ya decir si fue maldita o bendita la hora en la que Artemisia conoció a Tassi. Porque lo cierto es que la violación que sufrió, unida a la deshonra y el rechazo social, marcaron profundamente su obra pictórica. A partir de ese momento, Artemisia comenzó a representar mujeres fuertes y seguras de sí mismas, basándose en la mayoría de los casos en pasajes bíblicos que implicaban además violencia, muerte, o asesinato. Éstas, que ya no eran lánguidas ni débiles, sino musculadas y poderosas, suponen una representación de la mujer completamente innovadora para la época. Como decíamos, la mayoría de las veces las mujeres somos representadas en actitud yacente, casi muertas: Artemisia fue la excepción.
Algunos han tratado de explicar desde la psicología este cambio en su producción pictórica, argumentando que lo que se esconde tras la nueva disposición de Artemisia no es ni más ni menos que la venganza. Los hay que han ido más allá y han creído ver la cara de Artemisia y de Tassi en su ‘Judith decapitando a Holofernes’. Sin embargo, este argumento tiene un marcado sesgo de género: lo poderoso, lo violento, lo fuerte, es lo natural en los hombres, mientras que en las mujeres responde única y exclusivamente a la venganza. Quizá simplemente la arista encontró esa fuerza interior que encuentran tantas mujeres tras vivir episodios tan traumáticos.
Lo cierto es que Artemisia acabó casándose en un matrimonio arreglado por su padre que, como era de esperar, no duró mucho. Al final de su vida viajó por toda Europa, se dedicó en cuerpo y alma a la pintura, y tuvo su propio taller. Tras su muerte, como tantas otras, fue relegada a un cajón y apartada de la Historia, y no fue hasta el siglo XX que fue rescatada como icono feminista. Tassi, por su parte, sí pasó a la posteridad como afamado pintor, a pesar de sus crímenes contra las mujeres. Como él, son muchos los hombres que han disfrutado de los placeres de la fama a pesar de tener una actitud personal más que reprobable. ¿Puede separarse la vida de un autor de su obra? Cabe preguntarnos cuántas mujeres siguen esperando en el olvido de la Historia, y cuantos misóginos quedan sentados en tronos de oro a pesar de sus infamias.
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