El primer naturalismo: Toledo y Sevilla

Luis Tristán

Toledano, murió joven, antes de cumplir los 40 años, sobreviviéndole su madre. Pertenecía a una familia de artesanos, de comerciantes, sin tener vinculación a priori con el mundo artístico. Se apellidaba Rodríguez de Escamilla, y a partir de 1611 empieza a usar el apellido Tristán, quizá por la rama paterna de origen francés o flamenco. Discípulo del Greco, entra a su taller con 13 o 14 años. Es muy posible que esa influencia del Greco con su estilo italiano y su influencia veneciana motivase a Tristán a realizar un viaje a Italia en el que visitó Roma y Milán. Como artista, conocía de muy temprana edad el caravaggismo.

Hacia el 1612 está de nuevo en Toledo y comienza su trabajo, empezando a adquirir fama y reconocimiento, convirtiéndose en el primer pintor de la ciudad, sobre todo tras la muerte del Greco en 1614. Se convierte en su sucesor, y además es algo más moderno. Su estilo es bastante homogéneo a lo largo de su vida, y al igual que el resto de los artistas de su época se mueve a través de un trabajo algo más tradicional y manierista, de gusto escurialense y muy influido por el Greco, moviéndose entre esto y un cierto naturalismo. De la tradición del Greco vemos el gusto de Tristán por las proporciones excesivamente alargadas, así como en la manera de componer algunas escenas. También es muy del Greco colocar figuras de medio cuerpo.

El naturalismo se observa en el color, muy denso y bastante oscuro con el predominio de los tostados y los ocres. También en el plegado de las telas, amplios, pesados y densos. Y por último el elemento manierista en Tristán es lo musculoso que son sus personajes, con esa influencia de Miguel Ángel y su carácter musculoso. Es idealizada y de tipo naturalista. Marca los músculos en brazos y piernas.

En el 1618 sufre un serio revés que le afecta más personalmente que profesionalmente. Fue acusado de violar a una criada que trabajaba en el mesón de su madre, menor de edad. Le afecta más personal que profesionalmente porque va a seguir trabajando, la situación se resolvió con el pago de una multa: este suceso no le impide continuar su carrera profesional. En 1624 él fallece, aunque para entonces aún tiene actividad frenética, lo que nos lleva a pensar que fue una muerte repentina.

Pedro Orrente

Perteneciente a la escuela toledana en la que se integra Tristán. Es murciano en realidad, pero es en Toledo donde realiza sus obras más significativas. Su primera formación la recibe en su Murcia natal, región no especialmente relevante en cuanto a escuela artística, por lo que su formación debió ser bastante pobre. Esa es la razón más probable por la que se traslada a Toledo cuando tenía unos 20 años, aunque esta primera parada en Toledo no va a ser la definitiva. Estuvo en Italia, como la mayoría de los artistas de la época, mientras que los artistas más reputados no suelen haber salido de España. Como Pacheco, Carducho, Nardi, Maíno,… realizó un viaje decisivo a Italia, aunque quizá lo más interesante es que realizó pequeñas estancias en distintos lugares de España. Se rastrea obra suya en Palencia, probablemente en Sevilla, en Madrid,… lo que nos muestra un carácter viajero que nos habla de la curiosidad por conocer diferentes estilos.

Después de esta etapa itinerante se establece en Toledo en torno a 1620, donde abre taller y traba amistad con algunos de los artistas más reconocidos de la escuela toledana. Es íntimo amigo de José Manuel Theotokopouli, hijo del Greco. Esto significa también que Orrente mantiene deudas estilísticas con el Greco y su línea. Toledo no es su único destino, porque en 1632 vuelve a Murcia y en 1637 se establece en Valencia, lugar donde morirá.

En su obra hay cuestiones que nos remiten claramente al naturalismo caravaggista, como la presencia de pinturas semidesnudas en las que se revelan las cualidades anatómicas del personaje, la luz dirigida normalmente desde el lado izquierdo creando contrastes lumínicos muy marcados, el realismo de los personajes,… Pero Orrente combina esto con la presencia de la influencia del Greco, elementos típicamente toledanos. Los especialistas subrayan la tendencia a estilizar mucho las figuras, lo que también nos recuerda mucho a Tristán. Hay algunos elementos que pueden recordar a la pintura veneciana a través de la tradición del Escorial, como en la cuestión del color, bastante cálido y muy matizado, e incluso en la pincelada. Recuerda también, en cierto modo, a Tiziano y a Veronés.

Se dedica, fundamentalmente, a la creación de pintura religiosa. Orrente muestra especial predilección por las escenas de tipo bíblico, las del Antiguo Testamento. También tiene una interpretación menos trascendente, casi como escenas de género, por ejemplo El milagro de los panes y los peces tratado como una escena pastoril. En muchas de estas escenas Orrente introduce un elemento común a muchos de los artistas del momento que es la presencia de animales, naturalezas muertas,… lo que significa que pese a su predilección por la pintura religiosa podía cultivar otros géneros como el bodegón. También fue cultivador de la pintura mitológica, bastante poco considerado en España. Realizó para clientes civiles como el marqués de Leganés alguna serie de pintura mitológica.

Francisco Pacheco

Sevilla era la puerta de salida y de entrada hacia América, lo que la convertía en una ciudad muy cosmopolita y vanguardista en muchos sentidos, pero muy conservadora en otra. Una ciudad muy católica y muy celosa de mantener esa ortodoxia católica. Hay, por tanto, un gran control en materia artística. Los artistas sevillanos están sometidos a un férreo control de los censores, que controlan lo que hacían los talleres para controlar el tráfico de obras. Por otro lado, es la época en la que en Sevilla se dibujan algunos tipos iconográficos que van a repetirse constantemente en la Historia del Arte Español: la Inmaculada, el Cristo crucificado,… muchos de los cuales se convertirán en objeto de la devoción popular de los sevillanos.

Además, como ciudad comercial, en ella se asientan una gran cantidad de órdenes religiosas, tanto conventos como monasterios. Hay una enorme abundancia, por tanto, de encargos artísticos para decorar estos lugares. Sevilla es un lugar muy fértil en lo que a cantidad de obras se refiere. Esto explica algo que ya vimos en Madrid, la cuestión de la asociación de artistas, que proliferan en Sevilla con el fin de terminar de forma más rápida algunos trabajos urgentes.

Nace en Sanlúcar de Barrameda y se traslada a Sevilla muy joven, ciudad en la que vive un canónigo muy importante de la diócesis de Sevilla que era tío de este artista. De hecho, Pacheco no era su apellido, pero se lo cambia para que les relacionen con más facilidad. Empieza a tomar contacto con el ambiente literario de la ciudad, lo que explica que la formación humanística de Pacheco sea muy completa y explica sus escritos y su teoría de la pintura. Es, siempre, una formación cristiana. Al principio de su formación, de hecho, pensó en dedicarse a la literatura y no a la pintura.

Hacia el 1585 ya ha definido su carrera hacia la pintura. Realiza viajes: a Madrid el más importante, para conocer el Escorial, momento en el que conoce personalmente a Sánchez Coello. Hacia los años 90 ya es bastante conocido en Sevilla como pintor, aunque no era tan destacado como otros de sus compañeros porque su calidad era algo inferior. Son obras más modestas técnicamente hablando.

Quizá en parte la razón por la cual no era tan reconocido en Sevilla como otros de sus compañeros es porque sus influencias no están tanto en el clasicismo romanista italiano como en la pintura flamenca. Durante el siglo XV y XVI a Sevilla se trasladaron pintores flamencos con colores muy vibrantes, al tiempo que había una circulación acusada de grabados del norte de Europa, por ejemplo de Durero. Este artista, en vez de volver los ojos a lo que estaba de moda, mira más hacia la pintura del siglo XV, de Flandes, Holanda, Alemania,… que estaba pasada de moda. Quizá por esto él no tiene tanto éxito. Obras muy lamidas, lisas y muy esmaltadas, con el dibujo muy seco y predominio de colores fríos. No es muy innovadora, y en los rostros de los personajes vemos demasiada solemnidad. Va a ser muy conservador, lo que no le ayuda para ser un gran artista pero si como censor. Se encargaba de ir por los talleres censurando a sus compañeros.

Hacia 1603-04 Pacheco está absolutamente reconocido en el ámbito conservador sevillano. Se movía en círculos tanto nobiliarios como eclesiásticos, e incluso practicó la pintura mitológica, aunque de manera muy limitada. Poco a poco va a ir enriqueciendo su trabajo por aportaciones que renovarán su estilo, lo que influye que en torno a 1611 realiza un nuevo viaje a Madrid en el que conoce a Vicente Carducho. Vuelve a visitar el Escorial pero también Toledo, y al contacto con la pintura naturalista parece que renueva su estilo, haciendo que sus obras ganen en expresividad, que el color sea más cálido,… Es en esta época en la que empieza a recibir como discípulos a algunos artistas que serán los más reconocidos del barroco español. En 1611 se incorpora a su taller Velázquez, y en 1616 entra Alonso Cano. Nos llama la atención que un artista estilísticamente tan limitado fuese capaz de ser tan buen maestro. Sus dotes como maestro debían ser increíbles, alentando a sus aprendices a trabajar por si mismos, no se sintió en inferioridad con respecto a ellos, y mostraba afecto casi paternal.

En la década de los 20 está trabajando como pintor, popularizando temas como el crucificado de cuatro clavos y la Inmaculada, como Inmaculada con Miguel Cid. Al final de su vida se dedica a escribir, en los años 30 estaba totalmente desplazado y eclipsado por un artista que empezaba a despuntar en Sevilla, Zurbarán. Se dedicó, por tanto, a la redacción del Arte de la pintura y a ejercer como maestro. Junto a otros artistas, realizó trabajos de estofado y policromado de obras en los talleres de escultura.

Juan de Roelas

Mientras Pacheco representaba lo convencional, Roelas representa la novedad. Inserta el naturalismo en la escuela sevillana, aunque muy alejado del tenebrismo de Caravaggio, pero sí es un pintor bastante naturalista dentro de lo vibrante de Sevilla. Su pincelada es suelta y fluida, con un color muy cálido y rico en el que se observa cierta influencia veneciana. Con respecto a su biografía, desconocemos muchos datos. Algunos especialistas creen que es sevillano y que su padre fue un militar que estuvo desplazado en América, obligando a Roelas a vivir durante su infancia y juventud en distintos lugares del mundo, lo que incluso lleva a pensar en un posible viaje a Italia antes de terminar el siglo XVI.

La hipótesis más reciente se basa en unos documentos encontrados en un archivo según los cuales Roelas y su familia eran de origen flamenco. Según esos documentos su padre era pintor y por tanto Roelas realizó su primer aprendizaje junto a su padre, y desde Flandes el primer destino de la familia Roelas en España fue Valladolid, donde padre e hijo trabajarían en primer lugar al servicio del duque de Lerma, valido de Felipe III, y después al conde duque de Olivares, valido de Felipe IV. Parece que en esa estancia conocen y trabajan junto a Bartolomé Carducho. Ellos conocían, por tanto, lo que ocurría en la corte y estaban al tanto de las novedades. Ellos debían estar bastante bien en esa ciudad porque su intención fue establecerse allí, llegando a comprar la casa que fue propiedad de Juan de Juni, que incluía un taller que les permitiría montar ellos mismos uno.

Por algún motivo desconocido, cambiaron de opinión y se trasladaron a Sevilla. La primera noticia de Roelas que tenemos en Sevilla es de 1603 y nos dice que era capellán de la parroquia de Olivares, un pueblo de Sevilla. Eso significa que ese mismo año o unos meses antes, Roelas se ordenó sacerdote, siguiendo la línea de otros pintores que ya hemos visto. Después, pasó a establecerse en la capital, y allí fue donde realizó sus trabajos de importancia y labró su fama como artista. Sabemos también que recibe el título de licenciado, es decir, tenía estudios superiores, pero no sabemos en qué disciplina. Era un hombre con una cultura humanista y una formación amplia, lo que evidentemente le beneficia como pintor.

El arte de Roelas es, sobre todo, renovador en el ámbito pictórico sevillano. Se contrapone al espíritu más retardatario y manierista que estableció Pacheco. Su obra se caracteriza por el dibujo suelto, la técnica fluida, el color cálido, la presencia de personajes populares que transmiten sentimientos y emociones, el naturalismo que decíamos, y cierta humanización de lo divino: los personajes religiosos expresan sentimientos muy humanos. Es algo muy barroco, muy propio del XVII, lo que sirve para acercar la religión a la mentalidad popular. En todos estos elementos Roelas se muestra como un precursor o precedente de la obra de Murillo.

Cultiva con frecuencia la composición dividida en dos registros: el celestial con rompimientos de gloria muy luminosos, con atmósferas cálidas, muy doradas, llenas de ángeles niños; y el terrenal, en el que se presenta el momento que normalmente da título al cuadro, o bien un episodio evangélico o una escena hagiográfica. Es un esquema que repetirá con frecuencia, que utiliza sobre todo para los cuadros de altar con los que va a obtener un enorme éxito y se van a repetir constantemente en la pintura sevillana. Decíamos antes que Pacheco crea tipos iconográficos, y Roelas crea modelos compositivos, y con unas cosas y otras se va formando la personalidad de la escuela sevillana. Roelas permanece en Madrid hasta 1621. Durante esos años realiza algún viaje esporádico a Andalucía y muere en 1625, ya de vuelta en Sevilla.

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