15 Dic ¿Fotos no? Los museos están cambiando de opinión
Filipinas siembra una nueva tendencia en los museos. Art in the Island es uno de sus museos, de carácter interactivo, que permite a los visitantes realizarse selfies con réplicas de La Gioconda o de obras de autores tan famosos y destacados como Van Gogh. Bajo el punto de vista de este transgresor museo, la normativa habitual de estos centros de arte limita la acción del espectador a la de ser un mero instrumento de observación, que no puede interactuar con la obra. Desde el Museo Guggenheim de Bilbao nos llega la opinión de Lucía Aguirre, una de sus curadoras, que considera que es distinto tratar de fomentar el arte y su interacción con el público, incluidos los selfies, y otra generar espacios que se dediquen a esta actividad en exclusiva, como es Art in the Island.
No es el único espacio, por otra parte. Museum of Ice Cream fomenta también este tipo de interacción, con experiencias físicas y digitales entre el público, algo que causa auténtico furor en Estados Unidos. Es un museo decorado en tonalidades rosa pastel, y los espectadores sala a sala pueden realizar actividades como sumergirse en piscinas de confetti o hacerse fotos junto a cortinas de plátanos. Es una exposición móvil que, comenzando en el año 2016, ha agotado entradas en Los Ángeles, San Francisco y Miami. El uso que esta iniciativa realiza de la red social Instagram es viral: podemos encontrar más de 104.000 imágenes con el hashtag #museumoficecream y la cuenta tiene más de 277.000 seguidores. También podemos encontrar exposiciones similares como la Color Factory en San Francisco o la 29Room en Los Ángeles.
Actualmente, Lucía Aguirre considera que cada vez más visitantes sienten como incompleta la visita a un centro de arte si no pueden hacerse fotos. Es un cambio social, al fin y al cabo, y la cultura del selfie parece tener cada vez más peso en el mundo del arte. Visto desde el punto de vista de la conservación, es ilógico. La acción de los flashes de las cámaras de los asistentes irresponsables generan problemas a las obras de arte que solo pueden paliarse pasando por vicaría: una visita al taller de conservación, que puede acarrear al museo un alto costo. De ahí derivan la mayoría de las prohibiciones, aunque otras también obedecen a un sentido monetario. Los derechos de autor son un tema que se debe tener en cuenta, y el artista suele dar permiso al museo para difundir su obra en redes sociales, pero no a los visitantes.
En cambio, Jai Jai Fei, directora digital del Museo Judío de Nueva York, comenta que es necesario que los museos pongan a disposición de los medios digitales las imágenes, textos y catálogos, pero no es estrictamente necesaria la digitalización de una obra del museo mediante los selfies o fotografías de los visitantes: considera que A no sustituye a B. Aguirre remarca que siempre tratan de facilitar la opción de los selfies bajo previo permiso del autor, lo cual no es tan extraño, dado que gran cantidad de artistas buscan actualmente una relación más intrínseca con el público a base de una interacción con su obra que sobrepase la mera observación.
Instagram es cada vez más una fuente de ingresos para algunos. Actualmente tiene más de 800 millones de usuarios en todo el mundo, y crece cada mes. En Madrid podemos ver que la Fundación Telefónica presenta las imágenes de la Instagramers Gallery, considerándolo un auténtico arte que se comparte y se viraliza de forma exquisita. Por nuestra parte, os presentamos una serie de artículos de “5 Instagrams de…“. ¡Disfrutad!
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Especialista en pintura moderna, tasadora y perito. Graduada en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca.
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