Da Vinci se conforma ante nosotros: conocemos su primera obra

Quien viva en el mundo del arte y no sienta una innata curiosidad por la figura de Leonardo da Vinci debe ser extraterrestre. Es, con toda probabilidad, el más cautivador artista debido a la fascinación e intriga que rodean su figura, que si bien vamos perfilando con paciencia y dedicación, aún después de 500 años guarda misterios sin resolver.

A finales del mes de junio Ernesto Solari desvelaba un tondo de cerámica pintado que representa a un Arcángel Gabriel. Está fechado en abril de 1471, y si todo es correcto, sería la primera obra pictórica de Leonardo da Vinci que conocemos. Incluso, se dice que podría ser su primer autorretrato. Las alas del arcángel son de pavo real, presenta aureola dorada y la expresión muestra un increíble realismo.

El tondo, de azulejo de terracota esmaltada (también conocido como mayólica) de 20 x 20 cm, fue mostrado en una urna de cristal y con una enorme vigilancia, lógica debido a su importancia para la Historia del Arte. Se descubrió hace tres años, en una limpieza, en la que Solari (que ya ha identificado otras obras del artista) comenzó a estudiarlo para presentarlo ahora, junto a un informe de 6.000 páginas que asevera su autenticidad. Entre tanto, ha pasado por las manos de varios laboratorios italianos que han acometido sobre la pieza las pruebas pertinentes, comprobando los estratos de la terracota y midiendo la pieza mediante infrarrojos.

En esta investigación también ha colaborado Ivana Rosa Bonfantino, grafóloga, que ha corroborado que lo que se ha encontrado a nivel grafológico en la pieza corresponde, sin duda alguna, a Leonardo da Vinci. La proveniencia del material corresponde a Montelupo, que en la época era pobre de cuarzo, y la comprobación de la firma (se encuentra en la zona mandibular, camuflada: ha tenido que ser leída mediante infrarrojos) parecen ser los puntos más importantes del hallazgo. Dicha firma se encuentra situada entre dos capas de esmalte, lo que imposibilita que se haya realizado posteriormente, y reza “Da Vinci lionardo”.

Parece que la representación de este Arcángel en concreto no es casual: en Florencia se dieron hechos extraños ligados a esta figura en aquella época. Por ejemplo, se apareció al Beato Amadeo da Silva y Meneses en 1471, un consejero del papa Sixto IV, revelándole secretos sobre el Apocalipsis de San Juan. Se vinculó mucho con el ideal de la inmortalidad y la eternidad, una idea que obsesionaba a Leonardo, lo cual hace que su intención de autorretratarse como Gabriel tenga aún mayor sentido.

Los propietarios de la obra son los Fenice di Ravello, o más bien, una rama de su descendencia: por motivos de seguridad no han querido desvelar por completo su identidad. Lo poseen desde 1499, cuando la duquesa de Amalfi, Juana de Aragón, se lo donó. Curiosa coincidencia, dado que ella es uno de los nombres discutidos como identidad de la Gioconda. Se cree que se lo regaló el propio Leonardo a la duquesa, por el nacimiento de su hijo Alfonso II Piccolomini.

Una fidedigna copia de la obra está expuesta a día de hoy, pero el original espera a un futuro comprador en la caja fuerte de un banco. Solari pide a los museos italianos que se hagan con ella, asegurando que “perdimos La Gioconda, no podemos perder también esto”.

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