El Botticelli de Schrödinger

El 28 de junio salía a subasta en una casa suiza, Schuler Auktionen, en Zúrich, Retrato de hombre joven, que salía catalogado como “estilo de Botticelli” con la aseveración en el informe de conservación adjunto de que se trataba de una obra tan sumamente manipulada con el paso de los años que era complicado aseverar la mano de uno u otro en la misma. El estimado se presentaba entre 4.600 y 6.400 euros, algo bastante lógico para un cuadro de la calidad que aparentaba en un primer momento.

 

BOTTICELLI, SANDRO. Retrato de un hombre joven. Óleo sobre tabla. 53 x 33,5 cm. Precio de venta: 6.400.000 euros (Schuler Auktionen)

 

Procedía, acorde a la información de la sala, de la colección Grassi de Florencia, donde permaneció hasta 1924. Presentaba, de hecho, un monograma LG en el dorso que podría corresponder a Luigi Grassi, acorde a una carta de Julius Böhler de 1927. Pese a esto, los expertos de la sala desconfiaban de este dato. Aparece en el mercado en 1924, y tenemos registros de Bode “Un retrato recientemente emergido de la mano de Botticelli, de cuando era retratista de Fra Filippo Lippi”, en el Anuario de las Colecciones de Arte Prusiano de dicho año. Fue adquirido por un particular de Zúrich, y permaneció en su colección familiar desde entonces hasta el 28 de junio. También incluyeron el informe de investigación del Instituto Suizo de Bellas Artes del pasado año, que decía que “Las observaciones tecnológicas permiten concluir que se encuentra una pintura sobre tabla moderna medieval tardía, o renacentista temprana. Sin embargo, las grandes manipulaciones en partes significativas del retratado y una restauración reciente (después de 1961) llevaron a cambios flagrantes que interrumpen fundamentalmente la autenticidad histórica. (…) La pintura ha sido cambiada tanto por revisiones anteriores que el retrato original ya no es comprensible. Estas revisiones pueden no haber sido en un sentido restaurativo, sino de manera manipulativa, para efectuar la atribución”.

La sorpresa llegó en la sala, cuando se disparó súbitamente, aunque imaginamos que la casa ya podía hacerse una idea de lo que iba a ocurrir dadas las numerosas visitas previas de expertos de todo el mundo para estudiar la obra. El martillo bajó, ni más ni menos, en 6.400.000 euros: imagínense la cara del vendedor, que de tener una obra de cierto valor se encontró con que, de la noche a la mañana, era millonario. No menos la sala, claro está, que ha hecho su agosto (y su año, en realidad) con esta venta. Nuestro Procaccini palidece. Las dudas sobre la atribución, a mi entender, quedan despejadas.

Sin duda, uno de esos momentos preciosos que nos aporta el mundo de las subastas.

 

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