Los Millennials estamos cambiando la forma de comprar arte

Hoy me he sentido profundamente identificada con un artículo publicado en Artsy por Evan Beard (podéis verlo aquí), que comenzaba citando a Groucho Marx y hablaba de la desconfianza a la hora de obtener la membresía de un grupo, especialmente cuando no la has solicitado. Y es que actualmente somos muchos los que hemos recibido la etiquetita de “Millennial” únicamente la época en la que hemos nacido, sin que importen realmente nuestras costumbres o acciones. Evan Beard nació en 1983 y es considerado Millennial, yo nací en 1994 y recibo el mismo tratamiento. Ambos hemos coincidido, también, en la resignación: somos Millennials porque lo dicen los demógrafos, y contra ellos no se puede luchar. 

Eso sí: no nos caracterizamos en absoluto por ser una generación revolucionaria, pero hemos cambiado parte del mundo. Nos han sobreprotegido, hemos crecido sin amenazas de guerras, con más bien escasos problemas sociales en el primer mundo, y esa perspectiva nos ha dado un cierto gusto por la comodidad. Hemos adquirido vivienda más tarde, hemos vivido más tiempo con nuestros padres y nos gusta posponer las responsabilidades como el matrimonio o los niños. Al tiempo, hemos vivido con una libertad otorgada por las generaciones previas que han luchado por mantener ciertos derechos y nos han aportado un colchón económico y cultural. Esto nos ha permitido disfrutar los viajes, los festivales (cambiemos Arenal Sound por Art Basel, en mi caso, y acertaremos más): en definitiva, nos gusta consumir un cierto tipo de entretenimiento con fecha de caducidad, nos gusta consumir experiencias. Esto, por supuesto, afecta también al tipo de coleccionismo que identificamos a día de hoy.

Millennials

Cortesía de U. S. Trust para Artsy

Al tiempo, hemos evolucionado junto con las redes sociales. Si bien no tenemos el conflicto social que sí tiene la Generación Z (2000 – 2014), sí encontramos que estamos acostumbrados al uso de los medios online para absolutamente todo lo que hacemos en nuestra vida, y eso lógicamente incluye el coleccionismo de arte. Esta nueva generación encuentra, selecciona y compra arte de forma online, aunque lo hace desde hace poco tiempo. La facilidad para la financiación de arte y coleccionismo ayuda a estos jóvenes a comprar arte.

¿Cómo podemos estar haciendo tanto ruido en tan poco tiempo, llegando incluso a cambiar el paradigma de la compra de arte? Fácil. Somos el segmento de compradores que más rápidamente ha crecido, acorde a lo comentado por Beard. Este crecimiento proviene de dos sectores bien diferenciados: por un lado, aquellos jóvenes que proceden de familias con economías boyantes, y aquellos que apuestan fuerte por los bienes refugio y fondos de cobertura. Operamos con el sistema, no eludiéndolo ni pasando sobre el mismo: como decía antes, no estamos identificados como una generación revolucionaria. Y es que, al fin y al cabo, tenemos un muy amplio umbral de comodidad: nacimos y crecimos arropados por el bienestar económico y social, centrados más en las emociones que ninguna otra generación previa.

Millennials

Cortesía de U. S. Trust para Artsy

El capitalismo no es percibido como un enemigo, si no que lo abrazamos y lo utilizamos como una herramienta más de aquellas que nos aporta el sistema. Así que el arte se convierte en un activo: nos movemos en gran medida por la pasión y el gusto, pero también atendemos al futuro evolutivo a nivel económico de la obra de arte en la que hemos fijado la mirada. Vendemos un 85% de las obras que adquirimos, pero a posteriori, cuando ya podemos ganar un cierto tanto por ciento con esa venta.

Utilizamos la tecnología y los medios que esta pone a nuestro alcance tanto para adquirir arte (y todo lo que esto implica, incluida la búsqueda y la recomendación), como para mejorar nuestra marca personal. Instagram supuso el gran cambio para el mundo del arte, debido a la capacidad comunicativa y visual de dicha red.

Pero, ¿de qué va el arte de este siglo? ¿Qué compramos? Evan Beard nos dice que en el siglo XIX el arte abogaba por la belleza (los Salones franceses), y el siglo XX por los conceptos (comenzando por las Vanguardias), el siglo XXI trata sobre la identidad. Se está apostando por la identidad cultural y de género, por conceptos que anteriormente se consideraban inocuos o de minorías, como el feminismo o las minorías raciales. Pero realmente, es una apuesta tardía y a deshora, porque como bien afirma Beard, nosotros no vemos a Kerry James Marshall como un buen artista negro, si no como un buen artista. A secas. Con esto queremos decir que conforme continúe evolucionando el paradigma, estas apuestas por las minorías serán cada vez más innecesarias, porque simplemente serán apuestas, juzgadas por el mérito estético y no el mérito de la identidad.
Fuente: The Rapid Rise of Millennial Collectors Will Change How Art Is Bought and Sold, de Evan Beard (ver aquí).
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