Un Rubens en La Purísima salmantina

La iglesia de La Purísima de la ciudad castellano-leonesa de Salamanca destaca en su patrimonio por su retablo, conformado entre otras obras por una Inmaculada Concepción de José de Ribera. Ahora sabemos que no es la única obra destacada en esta pieza maestra, porque recientemente un importante estudio ha sacado a la luz la autoría del San Agustín que acompaña, abajo a la derecha, a esta obra: fue creado por la mano de Peter Paul Rubens.

Retablo de La Purísima de Salamanca, con obra central de José de Ribera.

Este estudio ha sido llevado a cabo por Matías Díaz Padrón, quien fue el conservador jefe de pintura flamenca y holandesa del Museo del Prado, y presidente de honor del Instituto Moll de Madrid. Ha sido publicado en la revista “Revue Belge d’Archeologie et d’Historie de l’Art”, que está editada por la Real Academia de Arqueología e Historia del Arte de Bélgica.

Díaz Padrón explica en este artículo como la obra dista mucho de ser una pintura de procedencia italiana, o flamenca pero de autor desconocido como también se llegó a pensar. Cabe decir que era lógico asumir que pertenecía a una mano italiana, dado que la totalidad del retablo corresponde a formas y estilos italianos -recordemos que Ribera se formó en Valencia pero pasó gran parte de su vida artística en Italia, ganándose el apodo de Il Spagnoletto-.

Rubens Salamanca

San Agustín meditando sobre el misterio de la Santísima Trinidad, Peter Paul Rubens (atribuido por Díaz Padrón en 2018).

El nombre completo de la obra es San Agustín meditando sobre el misterio de la Santísima Trinidad, y posee una tremenda monumentalidad que Díaz Padrón pone en relación con la estatuaria de senadores romanos que Rubens tuvo oportunidad de dibujar en su estancia en la capital italiana. Pero no era algo tan obvio hace años: tan solo se consiguió demostrar, documentación en mano, que la obra provenía de talleres flamencos. Fue el paso del tiempo y las horas observando la obra en su lugar, un conjunto que ha permanecido inseparable e inamovible desde el siglo XVII, los que le permitieron deducir que la obra podía pertenecer a Rubens, y más concretamente, a un periodo comprendido entre los años 1614 y 1620, “cuando trabaja con materia más sólida y el dominio de los colores más vivos”.

El hallazgo se completó cuando Díaz Padrón encontró un grabado en los fondos del archivo monumental de la Biblioteca Nacional de Amberes, y también un boceto de este grabado que fue subastado en Londres en el año 2015. Se había tasado en un valor mínimo debido a pensar que era obra de taller o de un alumno, pero Díaz Padrón detuvo el proceso y la obra fue retirada de cara a realizar un mejor estudio de la misma. Meses después, se subastó en Christie’s Nueva York por un precio considerablemente más alto, ya como original de la mano de Rubens.

La obra que nos ocupa llega a la iglesia de La Purísima durante la segunda mitad del siglo XVII, cuando el VI Conde de Monterrey, máximo benefactor de la iglesia, adquiere las obras en su tiempo en Italia ejerciendo como virrey del territorio napolitano… un motivo más para considerar su pertenencia a una mano italiana. Pero analizando a la familia de los condes de Monterrey, encontramos que su sucesora, la VII Condesa de Monterrey, se enlazó con Juan Domingo de Haro, gobernador de los Países Bajos, durante los años 70 del siglo XVII, y que ellos fueron quienes adquirieron y trajeron la obra a Salamanca. 

Para Díaz Padrón es muy clara esta adjudicación de la autoría, respaldada además por una importante publicación sobre el mundo del arte flamenco, y considera que “es algo muy importante para Salamanca, porque es una obra que forma parte del patrimonio de una nación y no tiene precio“.

 

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