Caravaggio a la palestra: reencontramos los hilos de la subasta del mes

El viernes hablábamos sobre la inmediata subasta de una obra inédita de Caravaggio en Toulouse, que llevará a cabo la sala Marc Labarbe. Pese a que, en lo que refiere a la propia subasta, ya dimos todos los datos, se quedó mucha información en el tintero con respecto a este hallazgo, sus justificaciones, y como no, sus detractores. Comenzamos.

La pintura, probablemente ejecutada en 1607, ilustra un pasaje del Libro de Judith del Antiguo Testamento. Judith, una joven viuda que vive en la ciudad de Bethulia, pone fin a la invasión y el sitio asirios de su ciudad al seducir y luego decapitar al general, Holofernes. La extraordinaria escena tiene lugar en los confines de la tienda del general ante los ojos de la anciana criada de Judith, Abra. El heroísmo de Judith es un tema que ha sido celebrado por muchos artistas, pero nunca con este nivel de tensión dramática. La pintura que reapareció en Toulouse es la segunda versión de Caravaggio de este mismo tema. La primera versión es la famosa Judith y Holofernes pintada en Roma alrededor de 1600. Anteriormente, la pintura actual solo se conocía a través de una copia muy fiel atribuida a Louis Finson, un pintor y comerciante de arte franco-flamenco que fue contemporáneo de Caravaggio y que una vez tuvo el original perdido. La copia de Finson (óleo sobre lienzo, 1,40 x 1,60 m) pertenece a la colección de la Banca Intesa Sanpaolo en Nápoles y fue objeto de una publicación detallada en 2013 antes del descubrimiento de la pintura en Toulouse.

 

 

La comparación de las dos pinturas realizada en la Pinacoteca de Brera en Milán en 2016-2017 resaltó las diferencias entre las dos obras. Demostró claramente que la que pertenece a la colección Intesa Sanpaolo es una copia muy cercana de la pintura de Toulouse tanto en composición como en dimensión, pero que es seca y cuidadosa en su ejecución en comparación. Al igual que el original, está pintado en dos lienzos del mismo tejido cosidos juntos horizontalmente al mismo nivel, como si la copia intentara imitar el original incluso hasta su composición física. Parece que se ejecutó inmediatamente después del original y probablemente en el mismo estudio. Hasta 2015, se acordó por unanimidad que la pintura de Intesa Sanpaolo era una copia del importante Caravaggio perdido que también estaba bien documentado.

Finson, un pintor fino pero repetitivo, conoció a Caravaggio y quedó impresionado por él. Copió sus pinturas en varias ocasiones, pero fue incapaz de igualar la originalidad inventiva, la intensidad dramática y el virtuosismo de la ejecución, que encontramos en la Judith de Toulouse. Además, la anterior Judith encargada por Ottavio Costa había sido cuidadosamente escondida en la colección de Costa en Roma. Por lo tanto, era totalmente inaccesible para los forasteros y no podría haber inspirado inmediatamente a ningún “seguidor”. El autor de nuestra pintura, por otro lado, tenía que haber tenido conocimiento directo de la posición de la mano de Holofernes tal como aparece en la pintura romana.

¿Por qué esta obra es una obra maestra?

Solo Caravaggio podía generar una tensión tan dramática, que corresponde a un período particular de su vida: su viaje de Roma a Nápoles en 1606. La intensidad de los colores que le dan a la escena su fuerza visual y el uso inteligente del claroscuro son exclusivos de Caravaggio. El gran nudo en las cortinas, entre los más hermosos jamás pintados por el artista, hace eco en el nudo de manos de las tres figuras y recuerda la imponente cortina de la Muerte de la Virgen en el Louvre. Varios elementos en la pintura sorprenden por su magistral ejecución y su atención al detalle tan característico de Caravaggio: la musculatura de Holofernes, sus manos quemadas por el sol que contrastan con la blancura de sus brazos y torso, incluso la suciedad debajo de las uñas. Estos son el tipo de pequeños detalles que uno espera del artista. Los tonos fríos y cálidos se manejan sutilmente en la representación de los pliegues de la hoja blanca, que se trata con pinceladas amplias. La ejecución muy particular y refinada y el uso excepcional de dorado para la empuñadura de la espada son notables. E

ste momento tan particular en la vida del artista ocurre justo después del asesinato de Ranuccio Tomassoni en 1606 cuando huye de Roma. Caravaggio pasa algunos meses escondido en la remota campiña romana en la Villa Colonna antes de establecerse durante casi un año en Nápoles. En ese momento, Nápoles era una ciudad dominada por los españoles, aislada del resto de Italia y con poco contacto con Roma. No había otros grandes artistas para que Caravaggio buscara inspiración como lo hizo en Roma y fue en Nápoles donde desarrolló su estilo innovador al llevar al extremo su experiencia de claroscuro, de contraste, de violencia de elementos opuestos, de crudeza de los detalles. Es en Nápoles donde crea sus más grandes obras maestras: La flagelación de Cristo en el Musée di Capodimonte y las Siete obras de Misericordia en la iglesia de Pio Monte della Misericordia, que anuncian las alturas que alcanzará en las dos pinturas de Malta por venir en 1607-1608.

¿Qué han descubierto con la limpieza de la obra?

La meticulosa limpieza de la pintura realizada recientemente por Laurence Baron-Callegari, el restaurador que se ocupó de la reducción del barniz y de la eliminación de los pocos retoques, revela una obra de excepcional belleza y calidad, que confirma la atribución al maestro. El aligeramiento del barniz corrobora lo que mostró el análisis científico: originalmente Judith estaba mirando a su víctima como en la primera versión pintada en 1600 y no hacia el espectador.

Las arrugas cuidadosamente alineadas en el rostro de Abra parecían duras y metódicas antes de esta intervención, hasta el punto de que levantaron la sospecha de haber sido pintado por otra mano. Después de una limpieza cuidadosa, la cara ha recuperado su plenitud, recuperando sus volúmenes bien contorneados sin ninguna discontinuidad en comparación con el resto de la figura, su velo y su ropa. Un examen más detenido muestra que las arrugas profundas en la cara de Abra están pintadas como las que se encuentran en la cara de la anciana esposa del posadero en la versión de la Cena de Emaús de Caravaggio perteneciente a la Pinacoteca di Brera en Milán, o las de la anciana atormentada en el pie de la cruz de su San Andrés en la Crucifixión de San Andrés del Museo de Arte de Cleveland

 

 

¿Cómo, entonces, sabe la casa de subastas que esta obra es original?

Bien. En este caso cuentan con varios análisis científicos exhaustivos, donde vemos que el lienzo corresponde a la tipología de lienzos que utilizaba Caravaggio en su primera estancia en Nápoles, mientras que la base, la imprimación utilizada, es de un tono marrón oscuro donde se ven grandes cantidades de calcio carbonatado, el mismo que utilizaba en su estancia en Roma, en obras de entre 1606 y 1607, como el David y Goliat de la Galería Borghese romana. Por otro lado, se puede ver también en la composición de la obra, donde vemos líneas incisivas, generando parte de las sombras con esta técnica denominada risparmio. Podemos encontrarlas en la mano de Judith, su ceja izquierda, la línea de su pelo o a lo largo del brazo derecho de Holofernes, por ejemplo. Al tiempo, vemos el contorno negro que viene potenciado por ese fondo oscuro que evita que las obras claroscuristas estén marcadas por la luminosidad que aportan los fondos blancos. Caravaggio construye así sus obras con unas potentes pinceladas negras, como hace en la Corona de espinas del Kunsthistoriches Museum de Viena o la Virgen con Niño y Santa Ana de la Galería Borghese.

El risparmio, permite que el artista explote el fondo oscuro en un medio tono que crea un pasaje entre dos formas. En su día, Caravaggio ideó esta técnica al pintar la capilla Contarelli. En lugar de construir las sombras, permite que el fondo oscuro quede a la vista, evitando sobrecargar de materia el lienzo. Esta técnica la utiliza especialmente de cara a sus últimas épocas. En esta obra en concreto, la utiliza en las sombras de los ojos, la nariz y la coronilla de Judith, así como en la mano, barba y bigote de Holofernes y en la cofia de la sirvienta. Y, también como bien delatan los rayos X, los arrepentimientos. Es uno de los factores más interesantes a la hora de analizar una obra, dado que podemos ver casi en directo cómo se desarrolló la misma en la mente del artista, con repintes y recubrimientos varios. En algunas ocasiones pueden apreciarse a simple vista, como en los dedos de Holofernes, visiblemente recortados. Al tiempo, podemos ver como Judith, en un inicio, miraba directamente hacia el doliente Holofernes, mientras que a día de hoy encontramos sus ojos fijos en el espectador.

 

 

Detractores.

Y es que, nos guste o no, el mundo del arte y las subastas es variable, y no solo eso, si no que siempre, por sistema, habrá opiniones contrapuestas. El 3 de abril veía la luz un artículo de Jonathan Jones en The Art Newspaper que reflejaba claramente esta situación, bajo el título “El descubrimiento del ático de Toulouse no es un Caravaggio“. Una de sus bases es, precisamente, los arrepentimientos. Cuenta que, si bien claramente este Judith y Holofernes es descaradamente mejor que el de Finson, al que tilda de “trabajo de pirateo”. Pero, aún así, considera que existen demasiados rasgos y arrepentimientos en esta pintura como para que se trate de una obra de un genio como Caravaggio. Atiende, al tiempo, a la falta de sombras que tiñen el trabajo del artista desde su huida de Roma en 1606, precisamente aludiendo a las obras de la misma época que comentábamos previamente: estas obras usan luz plateada y tenebrosidad nocturna, que no encontramos en este lienzo.

Utilizando términos más enfocados a la crítica destructiva que a la constructiva, vemos que Jones nos cuenta que Judith se torna en un rostro más flamenco que italiano, cercano a Jordaens, mientras que Abra es tan solo un esqueje de fealdad rompiente de la composición. Y, por último, vemos un Holofernes zombírico, lejano de la fuerza del general. El asesinato es débil, flojo y escaso, dudoso. En definitiva, Jones termina su artículo con una frase que rompe absolutamente los esquemas: “No tengo idea de cuándo fue pintado, por quién o dónde. Pero atribuir a Judith y Holofernes a Caravaggio, por su entusiasmo por imitarlo, es un insulto a su delicadeza.”

Cada cual, que opine.

 

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