Marc Chagall

Marc Chagall nació en Vitebsk en 1887 y falleció en Saint-Paul-de-Vence en el año 1985. Fue un pintor francés de origen ruso, nacido en una pequeña aldea rusa pero sus inquietudes artísticas le llevaron a París en 1910, donde alcanzó su madurez artística. De carácter alegre, religioso, nostálgico y optimista, realizó pinturas y obras de diversas disciplinas como cerámica, grabado e ilustración. Es uno de los padres del modernismo, ya que, sus obras se encuadran en un abanico de estilos modernos, especialmente surrealismo y cubismo. Empujado por sus inquietudes, a los 19 años comenzó sus viajes por las principales capitales del arte, en aquel momento, San Petersburgo, Berlín y París.

Volvió a Rusia en 1914 y participó activamente en la renovación cultural de su país, pero sus disputas con Malevich y las exigencias revolucionarias de vincular el compromiso político y la obra artística, le llevarían a marcharse a Alemania en 1924. Vivió la Primera y Segunda Guerra Mundial en primera persona, pero, su condición de judío le obligaría después a una huida por Francia y Estados Unidos, ya que fue considerado como objetivo nazi, tanto por su origen judío, como por su estilo arte, considerado “degenerado” para el régimen alemán, lo que le devolvería definitivamente a Francia al concluir la Segunda Guerra Mundial.

Su asimilación de las dos vanguardias, fauvismo y cubismo es patente en los cuadros que realizó en sus primeros años parisinos. Composiciones como “El poeta”, 1911, en el Philadelphia Museum of Art; y “Homenaje a Apollinaire” 1912, en el Stedelijk van Abben Museum, en Eindhoven, son plenamente cubistas, mientras otras, como “El padre”, 1911, que se encuentra en una Colección privada en París, siguen a rajatabla las influencias fauvistas.

Desde el primer momento, sin embargo, estas influencias formales se funden con sus propias vivencias más personales y más profundo, arraigadas en su pueblo natal y en el hecho de pertenecer a la comunidad judía. De esta doble condición extrae Chagall su particular repertorio de imágenes, un reducido vocabulario iconográfico al que se mantiene fiel a lo largo de toda su vida. Su pintura es la encarnación de una memoria que funde los recuerdos personales con la imaginería del folclore popular ruso y constituye una unidad entre realidad y fantasía, entre la lógica simbólica y la irracionalidad del subconsciente.

“La aldea y yo” ubicado en el MOMA de Nueva York, realizado apenas un año después de su llegada a París, resulta ejemplar respecto a esa unión entre vanguardia y tradición popular, y posee el cromatismo brillante que aprendió del fauvismo y que será un rasgo dominante en toda su obra. La aparente anarquía de sus imágenes, mezcladas sin una clara lógica que justifique las superposiciones, están sin embargo sujetas a una cuidada composición radial que sigue las enseñanzas del cubismo; éstas se evidencian en el diseño de líneas que articulan las diversas imágenes entre sí y establecen conexiones entre las figuras y el fondo.

Las referencias al mundo campesino en el que pasó su infancia, así como el motivo vegetal, son algunas de las imágenes que con mayor constancia repitió a lo largo de toda su obra. Todas ellas tienen como referente común el mundo de su niñez. La idea de perder la cabeza se materializa en “A Rusia, los asnos y los demás”, donde la cabeza separada del tronco de la figura situada en la esquina superior derecha no es sino una arbitrariedad explicable, al igual que la vaca roja sobre un tejado o la ingravidez de la mujer, por el placer de crear una fábula visual donde la irrealidad no necesita justificarse.

Chagall construye un mundo de asociaciones a través del cual quiere poner de manifiesto el mensaje secreto de las cosas, pero su mirada está más cerca de la ingenuidad infantil, que prescinde de la funcionalidad inmediata de los objetos y de la coherencia lógica, que de la búsqueda de revelaciones concretas. De ahí que niega adherirse al movimiento surrealista a pesar de la insistencia y los elogios. La existencia de imágenes que coexisten fuera de la lógica racional es para él un hecho real y lo acepta como algo fundamental a la vida misma, no como un producto de un refinado juego intelectual o un viaje a las profundidades del inconsciente. En Estados Unidos se estableció en Nueva York, donde fue reconocido como un Grande de la pintura. En 1948, vuelve definitivamente a Francia, donde se asentó en Costa Azul, y vivió hasta sus últimos días.

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